30 marzo, 2011

Un poco de mí

Para ser sincero, nunca me gustó mucho cumplir años. A parte de ser una fecha en la que (citando a Doña "Violencia Rivas") festejamos como pelotudos que estamos un año más cerca de morir, se hace más evidente la falsedad de la gente que te rodea. Porque hay muchos que quieren compensar la ausencia voluntaria con regalos y saludos.
Mi cumpleaños, al menos a partir de mi adolescencia temprana (14-15 años), dejó de ser una fecha importante o digna de esperar.
No soy una persona materialista (en muchos aspectos), por lo que no me interesan los regalos materiales. Tampoco quiero o necesito que me saluden todos; no soy bueno para recordar las fechas de cumpleaños, por lo que me alcanza con que me salude mi familia y amigos más cercanos.
Otra de las cosas que odio de este tipo de fecha es la "manteada" (o bestialmente llamada "malteada" que, a diferencia de la anterior, ésta es una bebida). Me parece de hombre de las cavernas eso de golpear a alguien por su cumpleaños (o por lo que sea). Una cosa es dar un par de palmadas en la espalda y/o cabeza, pero dar piñas y hasta patadas con toda la bronca (como he visto y sufrido un par de veces), me parece neanderthal y sádico. No le encuentro la gracia en cagar (casi literalmente) a palos a alguien solo porque es su cumpleaños o por pasar de año, graduarse, etcétera.
Es suficiente para mí que estén conmigo o me hagan saber que están aquellas personas que más valoro.
Pero como siempre, me fui de tema.
La idea de esto era contarles que, a pesar de lo dicho anteriormente, durante los últimos 5 meses alimenté un anhelo que tenía como fecha límite para darse el día de mi cumple años, ya que esta fecha reunía las condiciones necesarias.
Era como un regalo no material que esperaba con ansias, pero que ahora sé que no se va a dar. Hay ciertas probabilidades de que suceda, pero solo rozan el 1%. Por lo que no me queda otra que creer en lo más probable.
Hubiera sido el mejor regalo de toda mi corta vida.
Quizás mi error fue alimentar la ilusión y creer que era posible, pero ¿Qué otra cosa podría haber hecho? En ese momento lo era.
No me queda más que resignarme nuevamente a que las cosas no siempre (a veces casi nunca) se dan como uno quiere o espera.
Me despido hasta la próxima dejándoles la posibilidad de intentar adivinar cuál era (o es) mi deseo. Y anticipándome a lo primero que se les va  a ocurrir, les cuento que no hablaba de sexo, ni de hacer el amor, ni de nada que tenga que ver con relaciones carnales, pero que sí gira en torno a una persona en especial.